Entre pensadores liberales hay actualmente una discusión interesante en torno al tema del papel del Estado respecto a las decisiones que deben tomar los individuos libres en sociedad. Una visión es la llamada "paternalismo duro", que considera que el Estado desempeña un papel autoritario por el cual define, mediante su poder, la toma de decisiones del individuo. Por ejemplo, he escuchado la propuesta de que el Estado debería prohibir la venta de bebidas gaseosas azucaradas pues provoca obesidad entre los ciudadanos. Esta visión elimina la libertad de escoger de las personas, sustituyéndola por la prohibición y el mandato de ciertas conductas específicas, según el criterio de la autoridad. En última instancia muestra un carácter autoritario del Estado aunque presuntamente se haga en beneficio de las personas para las cuales dicta su decisión. Los órdenes fascistas y socialistas, e incluso partes del ideario político social-demócrata, se pueden caracterizar por ese "paternalismo duro".
La otra visión ha sido denominada paternalismo "del tío" en vez de la figura "paternal" propia del paternalismo estatal usual. Aquel término da a entender que la acción del Estado se asemejaría más al interés que puede mostrar "un tío", en vez de la "orden" que le suele inferir un padre a su hijo, en cuanto a la bondad o corrección de ciertas acciones que éste lleva a cabo. Aquella versión de paternalismo también se le ha denominado "paternalismo suave", pues en esencia se basa en la presunción de que el Estado puede ayudar a la persona a tomar decisiones que las hubiera realizado si hubiera tenido una mayor fuerza de voluntad o conocimiento acerca de ellas.
Hay teóricos liberales clásicos quienes, especialmente en el campo económico, han incidido para que esta última posición sea objeto de meditación dentro del campo de las políticas liberales. Me refiero, por ejemplo, a Vernon Smith, del Departamento de Economía de la Universidad George Mason, ganador del Premio Adam Smith de la Asociación para la Educación sobre la Empresa Privada, además de Premio Nóbel en Economía en el 2002 junto con Daniel Kahneman, quienes escribieron acerca de lo que hoy se conoce como economía del comportamiento, base política del paternalismo blando o paternalismo "del tío". Como ejemplos están que los individuos suelen valorar más los resultados en el corto plazo sobre otras opciones que, si bien les otorgan mayores beneficios, los recogen a un plazo más largo o que, según la forma en que a los individuos se les presentan las opciones —por ejemplo, una disyuntiva definida en términos positivos ante otra en términos negativos— ello incide en la toma de decisión de las personas. En resumen, se define a un individuo menos hiper-racional de lo que suelen asumir los análisis económicos neoclásicos.
Si esa hiper-racionalidad no siempre está presente, se puede considerar la posibilidad de que el Estado modifique sutilmente las decisiones de las personas; por ejemplo, alterando la forma en que se presentan las opciones o bien modificando las expectativas en el tiempo de los flujos de beneficios. Eso sí, lo proponen sin que haya una alteración de la libertad de elección que poseen los individuos, pues se les informaría debidamente acerca del porqué de la propuesta estatal. Se supone que, de esta manera, se ayudaría a las personas a tomar las decisiones correctas. Esta propuesta de "paternalismo suave" se diferencia de aquella de los paternalistas duros, quienes creen que los individuos no son capaces de decidir por sí mismos en función de su bienestar y que el Estado debe ser el que decida por ellos.
Es posible pensar que la posición del paternalismo "del tío" o "paternalismo suave" se refiera a no "dar el pescado a la gente", sino de enseñarla pescar y que, a diferencia del "paternalismo duro", en que el Estado interviene dándole el pescado a la gente, su función en aquel es la de dar instrumentos que le permitan mejorar su estrategia de elección, mediante una valoración adecuada (más informada) de los pros y los contras de las opciones.
La tesis que debe ser cuestionada en este último enfoque es si, en primer lugar, el Estado es capaz de mejorar las decisiones de los individuos, aún cuando estemos de acuerdo con que sus decisiones son "equivocadas". Los individuos, aún disponiendo de la información que ahora les brinda el Estado, bien podrían continuar haciendo elecciones "equivocadas".
En segundo lugar, la suposición o hecho de que los individuos se equivocan en su toma de decisiones se puede extender fácilmente a la toma de decisiones de los mismos burócratas que, en este análisis, serían quienes presuntamente saben cuáles son las decisiones correctas. A diferencia de la posibilidad de que en un marco competitivo los individuos tengan un incentivo para corregir sus errores, en un proceso en donde la misma toma de decisiones induce a que la gente vaya tomando mejores decisiones, tal corrección no se extiende tan fácilmente al burócrata en el seno de un monopolio público o de una agencia gubernamental, en donde no hay los incentivos requeridos que permitan internalizar los costos de tomar decisiones equivocadas.
Uno de los problemas serios con la toma de decisiones burocráticas, como lo ha expuesto el análisis del "Public Choice", es la estructura de incentivos que no conduce a la solución competitiva óptima, pues los incentivos pueden más bien incitar hacia la permanencia de rentas que percibe el burócrata. Debe tenerse presente que los burócratas son seres humanos con ambiciones propias, quienes tienen un conocimiento limitado y carecen muchas veces de la voluntad requerida para tomar ciertas acciones, al igual que como puede suceder con el resto de las personas. Entonces, ¿cuál es la diferencia que surgiría de seguirse políticas de "paternalismo suave"? Ello se lo preguntó en una ocasión el economista austriaco Mario Rizzo, al discutir sobre este tema (Mario Rizzo en el blog del 25 de mayo del 2007 del Wall Street Journal, "Should Policies Nudge People To Make Certain Choices?": "¿En quién se puede confiar más: en individuos que enfrentan los costos y los beneficios resultantes de sus propias acciones o en políticos y burócratas quienes no los encaran?" Dejo que la respuesta la brinde el amigo lector. En todo caso, en el seno del liberalismo la idea de un “paternalismo suave” como parte de su accionar político no es un tema que esté "resuelto".
Carlos Federico Smith
Colaborador de la Asociación Nacional de Fomento Económico de Costa Rica (ANFE).
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